Desde su experiencia y como profesor de una de las asignaturas del Magíster en Gerencia Pública, Orlando Rojas cree que la academia puede ser un excelente lugar para hablar de gobierno abierto, revolución tecnológica y de los nuevos enfoques para desarrollar proyectos en este ámbito.
Como actual director del Laboratorio de Gobierno -agencia del Estado donde se cocrean soluciones a problemáticas públicas, buscando innovar en estas instituciones- y, tras haberse desempeñado como director de la Fundación Observatorio del Gasto Fiscal, desde donde colaboraba para generar un trabajo colaborativo con el Programa de Estudio de Políticas Públicas (PEPP), afirma sentirse feliz con su nuevo cargo, porque está a gusto con el tema de la innovación: “siento que el laboratorio es una entidad destacada, no sólo en Chile sino que a nivel internacional, en términos de innovación pública y en cuanto al impacto que ha desarrollado”.
Con la experiencia de haber estado en el Laboratorio de Gobierno hace cinco años como encargado de Consultoría Ágil, ¿cuáles son los grandes cambios que observa ahora?
– Hoy vemos cómo el Laboratorio está entrando a políticas públicas mucho más estructurales, que van más de la mano de la agenda de Modernización del Estado. Esperamos que se vayan insertando políticas públicas desde una fase temprana para que no existan grandes políticas públicas que no hayan pasado por una fase de experimentación o testeo temprano, que hagan que el día de mañana fracasen.
El laboratorio busca que, a través del ensayo y error, no exista un gran despilfarro de recursos por políticas públicas mal implementadas. Ha sido interesante ver la evolución del laboratorio: entrando al Ministerio de Hacienda, conectándose con el ecosistema, para estar mucho más dentro de la cadena de valor de las políticas públicas, teniendo un papel más importante en este proceso de prototipado y experimentación, que es necesario.
Dentro de sus principales desafíos, indica que el principal es articular mejor el ecosistema de modernización o transformación del Estado en Chile. Para eso, señala que el Laboratorio de Gobierno es una unidad encargada de innovación; que la Secretaría de Modernización del ministerio de Hacienda se centra en la gestión y financiamiento de proyectos importantes de transformación digital del Estado; y la dirección del ministerio de la Gobierno Digital de la Secretaría General de la Presidencia. Considera claves a estas tres instituciones que hoy están participando en la infraestructura moderna de la organización estatal
Explica que dentro del Gobierno Digital se crea durante el actual periodo presidencial una unidad de gestión de datos, desafío importante de articular bien el ecosistema para que todo el desarrollo y transformaciones que se hagan tengan un sentido de largo plazo, “aunque –anota- ahí hay un reto de desarrollar una visión de qué esperamos de Chile de acá a 10 o 15 años, por lo menos, de cómo vemos un Estado nuevo, digital y transformado.
El académico indica que la pandemia, el estallido social y la crisis económica dejan como lección importante que los gobiernos deben ser más dinámicos para adaptarse a nuevas demandas que existen. “Ahí el Laboratorio y el resto del ecosistema tienen un desafío muy grande, no sólo relativo a las soluciones de políticas públicas que se pueden dar, sino que de cómo podemos flexibilizar otros elementos, desde lo jurídico, administrativo y financiero, para que el Estado pueda actuar mucho más rápido”, indica.
Rojas señala que otro desafío importante es que el Estado necesita ser mucho más eficiente a través de la innovación.” La innovación requiere de la participación y cocreación con las personas, que están más involucradas en los procesos. La innovación también requiere de una evaluación y retroalimentación constante de las personas, por lo que se necesita tener procesos abiertos, mostrarlos a la ciudadanía. Transparencia, gobierno abierto e innovación pública son caras de una misma moneda, que ponen al centro la participación de las personas”, destaca.
¿Cuál es el diagnóstico del estado del servicio público en el país? ¿Se ha innovado realmente?
– Teníamos esa misma pregunta hace varios años atrás, lo que nos llevó a implementar en 2019 el índice de Innovación Pública, que es una medición que se hace a nivel de servicios públicos del gobierno central. En general, en las mediciones hemos visto cómo el Estado ha estado desarrollando mayor tecnología y uso de datos, pero todavía hay brechas importantes en capacidades para instaurar procesos de innovación dentro de las instituciones.
Tachan al Estado de burócrata, que está lleno de reglas, procedimientos y procesos para poder actuar, pero no tiene procesos, reglas y procedimientos para poder innovar. Entonces, ¿qué pasa cuando se están encontrando problemas en el servicio o cuando los usuarios se quejan? Tampoco existen mecanismos para canalizar de manera formal y concreta las nuevas ideas que surgen dentro de las instituciones públicas. Se espera que el funcionario público golpee las puertas de su jefe para manifestarle su idea. Las capacidades son bien medianas, aunque se ha avanzado.
Es así como Chile ha avanzado un montón en digitalización, como el caso de Comisaría Virtual durante la pandemia, que obligó a que la gente tuviera Clave Única. Esto ayudó a canalizar servicios digitales del Estado y que así se potenciaran. Pero vemos que la digitalización no es lo mismo que la innovación. Uno puede digitalizar algo que funciona mal y que no agrega valor a las personas. La innovación implica algo distinto, crear algo que añada valor para las personas. En esa brecha, todavía existen elementos por mejorar y prácticas que se deben seguir desarrollando, pero el índice nos muestra que hay servicios que han avanzado.
¿Qué prácticas -entonces- se deben potenciar y desarrollar para que se vaya avanzando?
– Hay prácticas tan básicas como medir la experiencia de las personas y usuarios, hablar con ellos, entrevistarlos. Muchas ideas surgen de los mismos funcionarios, interpretando lo que está pasando en la realidad. La práctica básica para hacer un proceso de innovación tiene relación con empatizar con los usuarios, y esta práctica es la que debemos estar desarrollando mucho más. Otra práctica es el testeo de las soluciones que tenemos. En el Estado estábamos acostumbrados históricamente a diseñar e implementar políticas públicas sin pasar por procesos de prototipado en la fase de diseño, como probar y validar las cosas de manera rápida y barata, y esa práctica tampoco existe. Saltamos de una idea a pedir recursos y a construirla, ya sea una aplicación o un sistema.
Como ejemplo de país avanzado en implementar innovaciones en sus servicios públicos, el académico indica que –en general- muchos de los modelos que se han aplicado acá vienen del Reino Unido, que fue uno de los pioneros en plantear metodologías de diseño de servicios o diseño centrado en las personas dentro de la administración pública. Dinamarca es otro caso bien destacado, donde se fomenta la creación entre los ciudadanos y los servidores públicos en el desarrollo de soluciones, ahí existe bastante evidencia y organizaciones que se dedican a esto.
Finalmente, profesor, ¿existen mecanismos desde la academia para contribuir a frenar el avance del populismo en la administración pública?
– El fenómeno del populismo surge también a partir de la poca cultura cívica que tienen las personas, al entender que puede haber soluciones fáciles para problemáticas complejas. Entonces, desde la academia es importante que se pueda aportar en dar a conocer la complejidad de los problemas públicos, entender la multifactoriedad que puede existir y aprender a evaluar el desempeño de las autoridades públicas, cómo se evalúan las políticas públicas. Hoy no existe ni memoria ni capacidad de evaluación, a los políticos se les está evaluando por sus declaraciones en la prensa, por ejemplo. Esto hace que el fenómeno populista vaya surgiendo.